miércoles, 17 de marzo de 2010

LIBRES O DOMINADOS


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Norberto Galasso


Editorial - Marzo 2010

Otra vez la sociedad argentina se parte en dos bandos. Otra vez, como tantas otras veces: morenistas y saavedristas, federales y unitarios, mitristas y autonomistas, irigoyenistas y conservadores, peronistas y gorilas. Otra vez se aparece claramente en el escenario político el antagonismo entre dos proyectos. Se me dirá probablemente que estos enfrentamientos provienen de la naturaleza propia de los países semicoloniales, dependientes -o del Tercer Mundo, como se los definía años atrás- y que se manifiestan de manera habitual. Es cierto, pero también es cierto que hay períodos en que no se muestran al desnudo y otros, en los cuales la confrontación adquiere rasgos contundentes. Y a eso apuntamos, a que vivimos un momento político donde la pugna adquiere mayor virulencia, donde resulta muy difícil sostener una posición independiente en las definiciones políticas concretas del día a día. La oposición al gobierno asume rasgos hoy destituyentes, redobla sus ataques para impedir gobernar, transforma una mayoría circunstancial en el Poder Legislativo en un acuerdo cuasigolpista, visita embajadas extranjeras, recurre a la intervención de la OEA, busca el camino del juicio político.

Desde hace varios años se manifiestan muy duramente algunos sectores de la oposición pero podía entenderse como una manera de ganar prosélitos para la próxima elección. Ahora, en cambio, va más allá: en nombre de las instituciones obstaculiza el funcionamiento de las instituciones pues nadie puede dudar de la legitimidad del mandato que la mayoría popular le otorgó a la Presidenta en el 2007. Busca, por todos los medios, interrumpir el camino de avance que se ha trazado -más allá de contradicciones y errores- en los dos gobiernos de los Kirchner.

¿A qué se debe esta virulencia, este acoso delirante, el «no se de qué se trata pero me opongo», el «a este gobierno no le confío ni el pronóstico meteorológico»; que llega hasta el extremo de impugnar, sin fundamento alguno, el nombramiento de una economista de primera línea y conducta irreprochable, como Mercedes Marcó del Pont, para la presidencia del Banco Central? No es casualidad que esta furia opositora se haya despertado cuando el gobierno ha tomado medidas que profundizan su política: fútbol para todos, asignación por hijo, cuota extra para los jubilados a fin de año, avance en el juicio a los represores, repudio a la política británica en Malvinas, desendeudamiento, programa anticíclico que ha permitido sortear los peligros de la crisis económica mundial, ley de democratización de medios, plan de trabajo en cooperativas, política latinoamericanista. En este camino de la presidenta Cristina Fernández, la oposición ha percibido negros nubarrones que se levantan en el horizonte de sus posibilidades para el 2011. Por eso pega ahora, irritada, implacable, desaforada, recurriendo a todas las armas, aún las más miserables y canallescas.

Los argumentos con que dispara la artillería de la oposición son los de siempre, bien conocidos. Le achaca al gobierno: hegemonismo, personalismo, corrupción, altanería, prepotencia, falta de modales.

Pero, ¿quiénes son los que hacen estas imputaciones? Algunos son dirigentes radicales y de la Coalición Cívica que encontrándose la Argentina en conflicto con Gran Bretaña van a Londres a hacer reverencias al viejo y decadente Imperio, podríamos decir, si fuéramos deslenguados, traidores a la patria; otros son, responsables del endeudamiento y la destrucción de la economía argentina; los hay también cómplices de la política antipopular de De La Rúa con su ajuste centrado en la rebaja de sueldos y jubilaciones en un 13% y el soborno a legisladores, otros, en fin, y en esa «concertación» reaccionaria existen inclusos quienes responden a un contrabandista que han logrado ser sobreseídos por el poder de su dinero y hasta una ex ministra de trabajo enemiga de los trabajadores, en fin, todo un pasado que quiere volver, para lo cual no trepida en las alianzas más vergonzosas: desde un supuesto tecnócrata y supuesto historiador radical que se abraza con el padre de la mafia mientras éste, a su vez, aboga por liberar a los represores, hasta la reaparición del innombrable, gente ex Banca Morgan y el grupo mediático vinculado a Goldman Sachs bajo el delirio de una pitonisa de la política, sumado a los consabidos errores de la izquierda abstracta, repetidos ahora también por sectores de la llamada «centro izquierda». Esta galería de «obras maestras del horror» pretende cerrar el camino de avance al pueblo argentino.

Dirá el lector seguramente, pero ¿cómo es posible semejante degradación de la mayoría de la dirigencia política y asimismo, de a mayoría de los periodistas convertidos en voceros del establishment? ¿Qué proyecto tienen?, quizás se pregunte. No existe proyecto alternativo a la vista en ese conglomerado de la oposición. En algunos casos, porque o que algunas cosas que sugerían tímidamente antes es lo que ha concretado el gobierno, que, con enormes dificultades, está cumpliendo y si sigue así, les termina su carrera política y de ahí a enjundia de la descalificación, su bronca. Están también los que sí tienen proyecto, muy claro: enfriar la economía, «el ajuste», detener este avance que consideran «populista», recuperar la institucionalidad del régimen semicolonial, someterse de nuevo a las directivas del FMI. romper relaciones con Venezuela y quebrar el Unasur, en algunos hasta retornar las «relaciones carnales con Estados Unidos», disminuir o anular el protagonismo de la CGT y los movimientos sociales, su deseo más fervoroso: «basta de negros», «los oscuramente pigmentados» como decía Reynaldo Pastor que pretenden ir Mar del plata o tener gustos que son propios de la clase media seudoculta cuyo status se desvanece ante la irrupción y avance, otra vez del «aluvión», concluir con las retenciones porque cuando Biolcatti recorre sus estancias en avión genera «valor agregado» y la renta agraria diferencial es privilegio de unos pocos y por tanto, intocable.

Esta política destituyente se va a mantener y a agravar en la medida en que el gobierno profundice sus medidas y sean mayores sus posibilidades de reelección en el 2011.

De ahí la necesidad de articular las fuerzas nacionales y populares, tejer una red cada vez más sólida entre las organizaciones, publicar un órgano de difusión común, copar las plazas y calles con mesas de trabajo conjuntas. Esa es la tarea de la hora.

Por razones históricas que llevaría tiempo explicar, el gobierno de Néstor Kirchner y el de Cristina Kirchner han avanzado en muchas tareas, pero no han construido por abajo la gran fuerza popular que garantice la presencia y movilización de las multitudes para los momentos de crisis política.

Quizás sería demasiado pedirles que hayan hecho lo que hicieron y además, pudieran haber llevado una sociedad desintegrada, escéptica, sumamente golpeada, en el 2003 a una política de masas al estilo de Evo o de Chávez. Lo cierto es que la tarea que no se hace desde arriba, hay que hacerla desde abajo. Y ya.

En el escenario político-social se mueven miles de organizaciones populares, dispersas, convertidas en pequeñas islas que no se reconocen sino excepcionalmente aún cuando actúan en la misma provincia o aún en el mismo distrito.

Sólo la articulación de las mismas podrá otorgarles la fuerza suficiente como para arrasar en las urnas y en las calles y aventar todo peligro de restauración. Esa es la tarea que se impone, abdicando de falsos hegemonismos, de pequeños círculos, con gran generosidad, buscando las coincidencias principales y dejando las disidencias parciales para el futuro, cuando mejores aires soplen en la Argentina.

En otras palabras, el frente por abajo. Que no es el frente dogmático, al 100%, de las pequeñas organizaciones de izquierda testimoniales y abstractas, es decir, quienes postulan el frente perfecto y concluyen en el «frente consigo mismo», sino un acuerdo entre quienes coinciden en lo principal y disienten en lo secundario.

Porque sólo así es posible conjugar una fuerza mayoritaria. No es suficiente ser la primera minoría -lo estamos viendo- si el resto de partidos con dirigentes no representativos y con ayuda de los medios, se «rejunta» para darnos batalla, como está ocurriendo, títeres manejados por el gran poder económico y mediático, poder interno y externo.

Esta articulación permitirá el gran debate ideológico y la recuperación de sectores sociales desorientados -azonzados, diríamos con Jauretche- por la artillería mediática y los mitos de la oposición: la ética propiciada por lo que no son éticos, la generosidad predicada por los egoístas, el consenso sostenido por los que sólo ambicionan la restauración para ellos.

Allí está el único camino posible a transitar porque la esperanza abierta en el 2003 no puede ser interrumpida por las fuerzas del pasado.